De mugidos y relinches naturalmente mediterráneos

Nos acercamos al punto más oriental del territorio español para conocer los secretos que han conducido a Menorca a mantenerse casi tan natural como a buen seguro se la encontraron hace unos milenios los primeros habitantes de la isla. Gastronomía, historia, naturaleza virgen y tranquilidad componen el póquer de propuestas que asaltan al visitante.

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Cristóbal es un pagès que pasa buena parte de tardes de verano a la sombra delporche de su búnker, en plena playa de Sant Adeodat, al sur de la isla. Desdeesa posición privilegiada asiste a un continuo tránsito de turistas y de gentesdel lugar, que deambulan de una cala a otra a través del Camí de Cavalls(camino de caballos), que a lo largo de más de 200 kilómetros rodea todo ellitoral de Menorca.

 

A este señor se le encomendó hace años lamisión de mantener dicha instalación, construida durante la guerra civilespañola. A cambio, como indica a 360 Grados Press mientras se afana en fumarun puro, no recibe más que la satisfacción de poder disfrutar de esta especiede caseta de piedra incrustada en la ladera de ese punto de la costa. Como élhay 200 pageses más, que se ocupan devigilar que nadie ‘okupe’ el búnker y de conservar esos trozos de historia dela isla. “Muchas veces los turistas se sientan, se asoman y me lo ponen todoperdido de arena; pero es lógico. Otras tardes vengo con la familia y entretodos ponemos orden”, explica Cristóbal.

 

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Más allá de estos búnkeres, Menorca acumulapellizcos de historia por cada rincón natural que asalta al visitante. En ellaquedan vestigios prehistóricos como las naves funerarias (navetas) levantadassegún los testimonios recogidos en el lugar durante el cuarto milenio antes deCristo. Una suerte de construcciones de piedra blanca que conservan un aspectotan enigmático como sobrio y que atestiguan cada tarde la puesta de solsilenciosa que el turista puede disfrutar desde puntos estratégicos como PuntaNati, en Ciutadella.

 

Allí se llega por un camino flanqueado a ambosmárgenes por parcelados de piedra y por carriles bici de ida y vuelta queobligan al conductor a convivir con los vehículos que se cruza de uno y otrolado sin que ello le signifique la desesperación que le causaría en reductos deestrés urbano. Aquí se mastica buen rollo y respeto (no vendría mal exportaresos ingredientes a aquellos lugares de procedencia). La orientación desde el mar, la ponen los faros como el de Favàritx, en el noroeste de la isla, un punto estratégico de presencia lunar que permite controlar la fuerza de la naturaleza como rompeolas del destino y acceder a calas tan definitorias de Menorca como la de la Tortuga, que representa la fotografía de la campaña turística de la isla.

 

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Pero la historia también ha salpicado Menorcade monumentos de distinta morfología, como las cuevas funerarias de Son Bou,Calescoves o Cala Morell, que hoy se distinguen en sus acantilados comocomplemento visual para el visitante que disfruta desde el agua crsitalina desus playas de estampas propias de un programa de Iker Jiménez, que elevan laimaginación por encima del contexto tranquilo y natural del que se rodea.

 

En Menorca pocos carteles prohíben el paso. Losmensajes de la señalízación que el visitante se encuentra en sus excursionespor el interior y el litoral de la isla aparecen siempre bajo un tono positivoy constructivo, esto es, se invita a que el turista respete el entorno, a quecontribuya a conservar los espacios naturales, a mantener limpios los lugares…Una filosofía ejemplar que conduce a sentirse protagonista, a implicarse en cosechar que esos objetivos se cumplan.

 

Gracias a esa filosofía, la isla es reserva dela Biosfera, también porque ha conseguido convertir en una especie de juego dedescubrimientos la visita por sus rincones. Así, el turista, con el mapa de laisla como referencia principal para organizar su tiempo en Menorca, avanza porlos atractivos que le asaltan rebobinando en el tiempo hasta dar conexperiencias conseguidas gracias a la buena disposición que de las excursionesencuentra, tanto a pie, como a caballo, en bicicleta, en moto o en coche.

 

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Lo normal es que cada cual sepa el tiempo queha de invertir para llegar a los puntos calientes de las excursiones desde losaparcamientos disuasorios que se establecen en puntos que no hacen peligrar lodelicado del entorno natural. Precisamente, en una de ellas emprendimos rumbo aun humedal tan mediterráneo como frágil, el de la Albufera Des Grau. Allí se abrentres rutas a pie para el turista, quien puede toparse por los senderos contelarañas de película de Tim Burton, variedades coloridas de mariposas, avescomo el águila pescadora o los cormoranes moñudos; y reptiles, erizos,musarañas…

 

360 Grados Press también se maravilló con laexcursión propuesta a Cala Pregonda, al norte de la isla, en plena reservamarina. Una playa de arena amarillenta rodeada de terreno dunar y arcilloso, depiedras laminadas por el viento de Tramontana, y olor a vacas, a caballos, asalitre, a naturaleza salvaje, a vegetación mediterránea, a entorno virgen.

 

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Accedimos por una de las vallas característicasde madera que separan las fincas y las viviendas en la isla, una suerte depalos cruzados que aparentan fragilidad pero que resisten, integradas en elpaisaje, el paso del tiempo, de los turistas y de las inclemenciasmeteorológicas sin molestar, dando a la acción de cruzarlas un sentidoromántico que consolida el contacto natural con el entorno.

 

De la playa de Pregonda desentona la casablanca que se asienta en la misma arena y que en algún momento de la historiaalgún descerebrado permitió construir, de la misma manera que hace unos días alguiencon autoridad decidió prorrogar durante 75 años más el disfrute privado dedicha propiedad, como otras que invaden de forma similar el dominio público dela isla que a priori iban a recuperar la condición de públicas desde 2018, taly como leímos en nuestra visita en los titulares de la prensa local.

 

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Con todo, el turista amante del esnorquelingencuentra en calas como la señalada una oportunidad única de disfrutar de lasaguas cristalinas y de los seres que las habitan entre praderas de posidonia, rocas,algas y arena. Pero también en otras menos famosas o singulares y no por ellomenos atractivas para ese perfil de actividad, como las de la Olla, al sur dela isla, junto a Binibeca, un antiguo poblado blanco de pescadores donde serespira silencio y vida marina; o en Cala en Brut, al oeste; o en Calescoves,al sur, donde no es difícil que un cangrejo se acomode en tu pie o una gamba sesienta intigrada por la morfología de tu dedo mientras asistes desde laspiedras a una observación sostenida del entorno histórico y del paisajenatural.

 

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Menorca es mucho más, y este semanario sedetendrá en otra estación próximamente para compartir otros secretos de unaisla que no entiende de idiomas sigloveintiunescos,que esconde bajo una DO como la de su queso tradiciones seculares que alimentana los lugareños, a los visitantes y a los que se deleitan compartiendo porescrito sus experiencias en la isla; como la de sus dos principales núcleosurbanos, Maó y Ciutadella, y la herencia arquitectónica que ha marcado eldevenir de ambas, entre la influencia inglesa y la nobleza más arraigada en lasraíces de la herencia histórica.

 

De fondo, dejamos el mugido de las vacassalpicadas por la planicie del lugar y los relinches de los caballos negros quetanta fama han concedido también a los menorquines y a esta versión delMediterráneo.

 

Hasta pronto. 

David Barreiro

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