La dictadura de los cánones

Esta semana no escribo de glamour, de elegancia, de literatura, de arte, de cine, de romanticismo o de historia de la moda. Escribo sobre nosotras. Esta semana subrayo una denuncia social. Porque hay que reflexionar sobre la situación, porque los medios de comunicación tenemos una clara responsabilidad social, porque estoy agotada de ver sin mirar, porque nos lo merecemos y porque la crítica siempre es básica en un periodista.

La actualidad vuelve a sorprendernos y nos transporta a la Pasarela de París con la diseñadora Amaya Arzuaga. De nuevo lo han vuelto a hacer. Modelos. Mujeres que parecen de papel, sin curvas, sin busto, sin caderas, sin vida. Mujeres que parecen hombres. Cabello corto y roto. Negro y rubio. Mujeres de mirada debilitada, lánguida y anodina que cruzan la pasarela a ritmo de añoranza, de evocación, de melancolía. Ojos adormecidos, pintados, tenebrosos, inquietantes y perdidos ante la gran masa que las observa. Peinados estirados que dejan ver esos pómulos enfermizos, ese rostro pálido y apagado. Piel blanca. Piel cadavérica que enmarca las venas, azules, opresivas. Piel de porcelana que estremece al tacto.

Mujeres que son modelos, que flotan en la pasarela, que los tacones rompen su silencio con caídas inesperadas para que su llanto desesperado y su ¡basta ya! se escuche. Yo lo he escuchado. Lo he sabido escuchar. Mis ojos lo han visto, como la extrema delgadez quiere volver a las pasarelas europeas con índices de masa corporal muy inferiores a lo que se considera saludable. La moda juega un papel fundamental en la belleza, en recrear un arquetipo de mujer y unos cánones establecidos, actualmente, insanamente alcanzables.

Los diseñadores alegan que buscan a modelos muy delgadas para que los objetivos de los medios de comunicación no extraigan imágenes orondas de éstas y las creaciones sean infravaloradas. Hace un tiempo, Karlie Kloss de 19 años y  con una altura de 1.80 cm, considerada una de las modelos más cotizadas del momento, mostraba en la portada de Vogue su extrema delgadez combinada con un exceso de músculos bastante fuera de lo normal. Por su parte, la prensa se hizo eco de la imagen de Julia Schneider. Una joven sueca de 15 años que mide casi 1.80 y cuyas proporciones están dentro del canon de la insalubridad. El concurso más prestigioso de la moda “Elite Model“, organizado por la Agencia de Modelos Elite destapó la polémica haciendo vencedora a Karlie Kloss, desechando las obsoletas proporciones de modelos como Mónica Belluci o Naomi Campbell que fueron ganadoras y merecedoras de este premio con una belleza exultante y saludable.

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Hay miedo. Existe terror al pensar. La idea que surge es la de la dictadura, la de hacernos clones ante un tipo de mujer determinada, parece ser que de una manera autocrática hay que imitarla. La mujer no tiene capacidad para elegir, para opinar y mucho menos para ser. Diseñadores que nos imponen ser de una condición determinada. Imagino que las mujeres que no son extremadamente delgadas no irán a campos de concentración de Gucci o a cámaras de gas de Alexander Mcqueen, pero se está llegando a reproducir un modelo tirano, en el hecho de obligar a seguir a las mujeres extremadamente delgadas y el fin máximo es ser como ellas para estar bien consideradas socialmente.  Se huele el pánico porque no existe democracia ante las tallas, se nos impone un ideal de belleza imposible de alcanzar para muchas mujeres e incluso para las mismas musas.

La mayoría de las modelos sufren torturas, no se alimentan correctamente, las top-models llevan dietas estrictas que pueden causar trastornos con la alimentación, el peso, el estado anímico e incluso la muerte. ¿Alguna vez veremos a mujeres con curvas pisando fuerte en la pasarela? ¿Estamos censurando la democratización de las tallas? ¿Por qué se nos impone un modelo de “belleza” que nos daña la salud? ¿Por qué los diseñadores no cambian el paradigma y la estructuración de los desfiles?

Algunas son las voces que se escuchan entre las tinieblas y ante un sendero desconcertante. Mi compañero Xavi Sancho ha alzado la voz ante un divo de la moda, en un artículo del periódico El País con el título”¿Por qué no te callas un poquito, Karl?” citaba algunas de las insolencias de Karl Lagerfeld y que me agradaría compartir con mis lectores: “Los estampados florales son para mujeres gordas de mediana edad”.  “La mitad de la prensa la forman guapas tontas; la otra mitad, mujeres embarazadas”.  “El cuerpo debe ser algo impecable; si no lo es, come menos y cómprate ropa de tallas menores”. “No me interesa la historia; es muy infantil, muy orgullo gay”.  “Hay gente que me dice que estoy demasiado delgado, pero esto siempre me lo dice alguien a quien no le sentaría mal perder unos kilos”. Un ser que desprecia a las periodistas de moda, a las mujeres con curvas, a la salud y rechaza la historia no es admisible y es un insulto para nuestro planeta. De hecho, si Karl Lagerfeld obvia la historia también está olvidando a la moda en toda su esencia, a él mismo y a la casa para la que trabaja.  La alarma surgió cuando este individuo fue capaz de calificar a la cantante Adele de gorda, con todas sus letras y connotaciones sociales que repercute hoy en día cuando a uno le llaman “gordo”.

La otra cara de la moneda es la revista Elle, una publicación que lanza en portada a mujeres que usan una talla 48 y se observa todo su esplendor. Tara Lynn se ha convertido en un icono de sexualidad gracias a esta publicación que ha roto en pedazos el ideal de mujer de la talla 34-36. Lynn aparece bella y provocativa en una serie de fotografías de David Oldham en las que queda más que demostrado que una mujer no necesita ser esclava de las revistas de moda, de diseñadores y de ella misma para alcanzar un modelo que rozaba la siniestralidad. Una mujer de una talla 48 puede y debe ser atractiva y sexy como el caso de Tara. Esta iniciativa la han llevado a cabo más de una publicación especializada en moda para romper las cadenas de una mujer sometida ante una sociedad que hace una dictadura de las tallas y encadena a una mujer a sí misma privándole del derecho de la libertad de opinión y de elegir.

Las revistas europeas están comenzando a mostrar en sus portadas modelos voluptuosas, al tiempo que anuncian el fin de la moda anoréxica. “Me gusta demasiado comer”, afirma dentro de una de estas revistas la modelo Sophie Dahl. Al igual que ella, Sara Morrison, Clarissa Dickson Wright y Jennifer Peterson son otras modelos que están marcando una nueva tendencia en la belleza femenina, cada vez más alejada del raquítico cuerpo que protagonizaban los desfiles y las sesiones fotográficas durante los noventa y en algunos casos de la actualidad.

Jarabe de Palo ya lo decía “Por un beso de la flaca yo daría lo que fuera“, ahora las revistas de moda dan lo que sea por una mirada de aquellas mujeres que no les sobra ni un gramo de sexualidad, de provocación y de libertad.

*Puedes seguirme en Twitter: @InmaAB1

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