Diario de invierno

“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro”. Con esta contundencia comienza el último libro de Paul Auster (New Jersey, 1947) publicado en España, Diario de invierno. Un peculiar diario escrito a retazos que se encuadra dentro del grupo de sus obras biográficas junto a La invención de la soledad y A salto de mata.

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El descubrimiento del sexo, los juegosinfantiles, un accidente, el recuerdo de los padres, la muerte de la madre, laseparación de su primera mujer son algunos de los momentos vitales sobre losque reflexiona Auster. Un calidoscopio profundo y poético, tremendamente reflexivoque toma al cuerpo como epicentro. El cuerpo que envejece, que siente elinexorable paso del tiempo. El cuerpo y sus heridas. El cuerpo y susenfermedades, sus deterioros, sus angustias. El cuerpo y sus lugares. Se yparecer, espacio y tiempo como parte indisoluble de la memoria. Descripción dellugar, anécdota y descripción vital unidos en ese pasaje sorprendente y curiosoen el Paul Auster describe las 21 casas en las que ha habitado a la largo de suvida y cuenta algún aspecto destacable de su biografía que tuvo lugar allí. Elyo y sus lugares. Los lugares, el yo y sus circunstancias. El juego austerianode la casualidad, de lo banal, de lo cotidiano convertido en  literatura.


Y del tiempo individual al tiempo familiar, alcuerpo familiar. Este diario es una reflexión sobre la familia en un sentidoamplio. La familia como centro. La familia como cuerpo social, con sus heridas,sus alegrías y sus dolores. Placer y sufrimiento individual y en familiaconvertidos en verdad universal. Cosas que piensas que nunca te van a pasar ati y te suceden. Y no eres el único porque hay algo universal en todas en lasvidas. Un punto de encuentro, una confluencia biográfica, sensitiva ante eltiempo que hace que todas las vidas se parezcan en algo.  ¿Recordáis como empieza Lev Tolstoi suAna Karenina con aquello de “todas las familias dichosas se parecen, ylas desgraciadas, lo son cada una a su manera”? No es que la familia de Austersea mejor ni peor, simplemente es. Universalmente es, como la de cualquiera denosotros.


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Con este Diario de invierno Paul Austerlanza una mirada introspectiva hacia sí mismo desde la edad madura, envolviendoel relato de un halo melancólico y crepuscular. Un relato configurado a saltos,de manera no cronológica, adelante y atrás. Saltos en el tiempo y en el espacioen los que utiliza la segunda persona, consiguiendo que el libro sea unpersonal collage vocativo en el que la identificación autor/lectorfunciona con extrema facilidad.


“Tus pies descalzos en el suelo frío cuando televantas de la cama y vas a la ventana, Tienes sesenta y cuatro años. Afuera,la atmósfera es gris, casi blanca, no se ve el sol. Te preguntas. ¿Cuántasmañanas quedan? Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Has entrado en elinvierno de tu vida” El invierno como metáfora vital, como sala de espera en elque el autor anota su vida en diario. Ficciona su vida.


Un Paul Auster en grado sumo y en estado degracia.

Estefanía G. Asensi

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