Zapatos de plata

¿En qué momento se convirtió y consideró el zapato como un accesorio? 360gradospress emprende un repaso histórico por sus señas de identidad en relación al contexto en que se comenzó a generalizar su uso por el público femenino. Pintores, diseñadores y otros protagonistas que han marcado el devenir de este accesorio a lo largo de los siglos hasta la concepción actual dentro del mundo de la moda.

La varita mágica de las hadas ha detenido nuestra mirada un segundo en el tiempo. Ha robado ese segundo imperturbable y mágico que se visualiza en las pasarelas. Estamos ante la colección de invierno 2006/2007 de Viktor &Rolf quienes sumergieron las prendas y los detalles de su colección en un baño de plata para otorgarle una apariencia de solidez y de inmortalidad. En los Países Bajos es costumbre bañar en plata los zapatos de los bebés, como recuerdo de la más tierna infancia. De esta manera, Viktor &Rolf dotaron de vida eterna a sus accesorios y simbolizaron una de las más bellas paradojas de la industria de la moda. La fugacidad de la moda quedó suspendida en el tiempo por ese baño de plata en sus complementos. De esta forma Viktor &Rolf mostraban un tema sobre la musa de mis artículos: la moda ya no está centrada en la caducidad de las prendas, pero sí en la eternidad de sus accesorios.

¿En qué momento se convirtió y consideró el zapato como un accesorio? A principios del siglo XX bajo el liderazgo y la mirada transgresora de Poiret comenzaron a diseñarse faldas más cortas y los zapatos fueron visibles por primera vez ante los ojos incrédulos e inquisidores de la sociedad más conservadora. En esta época comenzaron a despertar diseñadores de zapatos, artesanos del calzado como la figura de André Perugia que se fusionaría con el revolucionario Paul Poiret por su especial talento. Perugia además de poseer una capacidad hechizante para diseñar calzado también gozaba de una clientela fija y exquisita denominada “belle clièntele”  para la que fabricaba zapatos por encargo, los cuáles, iban a los inmaculados pies de princesas, estrellas de revistas, cantantes…

Durante siglos precedentes, no había sido posible visualizar calzado femenino, ya que, las mujeres vestían con largas faldas que omitían las delicias de sus pies. Se observaban algunas divinidades extremas que se denominaban “chapines” un zapato de plataforma que se llevaba en Europa durante los siglos XIV y XVI, cuya suela de corcho o madera podía tener hasta cincuenta centímetros de altura. Los entendidos de la época podían determinar el estatus de la persona y la identidad de quien los llevaba basándose en las diferencias de altura medidas en centímetros. Los chapines no se usaban por moda o por gusto y tan sólo se observaban en dos colores: el rosa y el beige. El chapín provenía de Turquía y vino a Europa durante el Renacimiento. Fue utilizado en Venecia, España, Alemania y Suiza.

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Una de las pinturas flamencas realizada al óleo del pintor holandés Van Eyck retrata al “Matrimonio Arnolfini“, una obra pictórica con unos claros simbolismos y que ha originado la controversia entre los historiadores del arte. Sin centrarnos en aspectos simbólicos o técnicos de la obra, se puede observar que en el extremo izquierdo del cuadro hallamos unos chapines. La mujer muestra con un suave movimiento que se recoge el vestido, pareciendo que está embarazada. El ir descalza la fémina y vestida de color verde muestra la fertilidad acompañada de la pasión por el color rojo que hallamos en la obra. Vemos como en la Flandes del siglo XV ya se visualizaban chapines que el mismo Van Eyck retrató de una manera cotidiana y que ha quedado guardado en las profundidades recónditas de la memoria.

Durante siglos la figura de la mujer estuvo inmovilizada y oprimida por miriñaques, enaguas, crinolinas y corsés que entorpecían sus movimientos y no dejaban expresar la naturalidad de las formas de la dama. Sus zapatos estaban recubiertos de seda, ya que, no tenían por costumbre pasear al aire libre. Los zapatos femeninos, resistentes a las inclemencias del tiempo, no se popularizaron y se crearon hasta mediados del siglo XIX cuando se pavimentaron las calles en Londres y en París.

A partir de los años veinte, los diseñadores comenzaron a mostrar la creatividad y la originalidad artística como el caso de Salvatore Ferragamo. A finales de los años cuarenta y durante los cincuenta comenzó la época dorada y acomodada de la alta costura y con ello los “genios creativos” de París trabajan para calzar los pies de las actrices más famosas del firmamento de Hollywood.

Durante los años sesenta los zapatos se convirtieron en uno de los accesorios más importantes. Bajo las tendencias revolucionarias de la época los zapatos eran muy cómodos, con punteras anchas y tacones de plataforma planos. Charles Jourdan nos mostró un claro ejemplo de elegancia y comodidad con un énfasis de intemporalidad que siempre quedará en nuestra retina. La tendencia de la época era utilizar un calzado plano durante el día y la noche se disponía a alzar de una manera majestuosa a la mujer para fiestas, eventos sociales o cenas distendidas.

En los años noventa  fueron uno de los complementos más demandados por las mujeres de esta época. Las industrias de la moda comenzaban a hacer un marketing y campañas publicitarias recreadas en enfatizar los complementos de sus colecciones y concretamente los zapatos. Sin ir muy lejos, Tom Ford realizó una masiva campaña para ensalzar la belleza, la elegancia y la sexualidad de los zapatos de la casa Gucci renovando la adormilada sección de marroquinería. Otros ejemplos de calzados de mujer que se glorificaron de un claro estatus de prestigio en el mercado de la moda son las creaciones artesanas de Manolo Blahnik. Sus diseños son joyas realizadas con materiales muy poco habituales como plumas, lucite y gemas de pasta combinados con alturas imposibles de alcanzar. El advenimiento de los diseñadores trajo consigo una nueva fealdad. La intelectual Miuccia Prada centra toda su atención en recrear diseños extremos que muestran una monstruosidad a primera vista y tras la segunda mirada una indescifrable cautividad.

Un zapato posee un estilo, un significado, una connotación del contexto social, una denotación sobre la personalidad y un mensaje. El mensaje de los últimos años es excesivo, muy violento, que se basa en una desmesurada plataforma, modelos pesados y pensados en la tecnología como en el caso de Lanvin. Son fetiches de tortura de colores descabellados, metal pesado, extremadamente altos y exuberantemente excesivos como el caso de Balenciaga o Marc Jacobs que depositan la guinda en sus diseños poniendo de manifiesto que nos hallamos en tiempos combativos y que debemos de pisar con firmeza la vida. El verdadero arte del diseño de los zapatos parece consistir en desplazar la esfera de lo funcional y visualizar el horizonte de la máxima creatividad de los diseñadores. Tal vez sea este aspecto el que convierte al zapato en un elemento de pleno derecho en el mundo de la moda contemporánea y que pisa con fuerza ante la acuarela de la vida mostrando su inmortalidad ante el tiempo.

Laura Bellver

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