Misterio y naturaleza en tierra de agotes

La agreste frontera pirenaica entre Navarra y Aragón está moldeada por la fuerza del hielo y la erosión. Los valles de Ansó y Hecho forman el corazón del Parque Natural de los Valles Occidentales, uno de los escasos rincones en el que aún viven los últimos osos pirenaicos. Un territorio de profundas raíces históricas que conserva el misterio de los agotes, la “raza maldita” del Pirineo.

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Los agotes son unrastro casi perdido en la larga historia de los valles de Ansó, Hecho, Barètousy Erronkaribar (Roncal). La presencia humana en estos lares es un hecho desdehace milenios, buena prueba de ello son los conjuntos megalíticos del valle deHecho, o la calzada romana que unía Zaragoza (Caesaragusuta), con Béarn(Beharnium). Sin embargo, la huella de esta comunidad de signo infausto es laque impregna este territorio de belleza avasalladora con una visión distinta.

 

Su origen se pierdeen la porosa frontera entre la historia y el mito. Algunos estudiosos afirmanque eran –por sus rasgos-, descendientes de los godos que, atrapados por lainvasión árabe de la península Ibérica y la entrada de los francos en Francia,se aislaron en los valles occidentales del Pirineo. El término bearnés”cas-gots” –”perros godos”-, acabaría derivando en “cagots”, otro de lostérminos por los que eran conocidos.

 

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Otrosinvestigadores insinúan que eran descendientes de los cátaros que huyeron de laimplacable represión a la que fueron sometidos en el S.XII en la Cruzada Albigense.Esta teoría se apoya en que el nombre “cagot” aparece por primera vez en elLibro de Oro de la catedral de Bayona en 1260, pocos años después de la matanzade cátaros en su última fortaleza de Montségur en 1244. Esta diferenciareligiosa explicaría el odio y el maltrato social que recibieron durante 800años, hasta prácticamente el S.XX.

 

Su sino fueciertamente adverso, ya que durante siglos se les consideró un “pueblomaldito”. Fueron discriminados salvajemente y tomados por leprosos, brujos, portadoresde enfermedades…etc. Buena prueba de ello es un documento de 1597 que dice:”Cállate agote! Tu opinión cuenta menos que la de un perro”.

 

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No quedan muchosrastros visibles de aquella discriminación. En algunos pueblos navarros aún haycalles que retrotraen a los tiempos en que los agotes solo podían vivir en sus”barrios”, separados del resto de los vecinos por un muro invisible pero muyreal de puro rechazo. En el valle aragonés de Ansó, en la villa de Fago seencuentra uno de los mejores ejemplos del trato desigual que recibían.

 

Un primer vistazo ala iglesia del s.XVI de este bello y aislado pueblo revela un aspecto cuantomenos curioso: a unos metros de la puerta principal hay otra entrada, mucho mássencilla, sin ornamento alguno. Ahora está tapiada, pero durante siglos fue elacceso de los agotes. Ni siquiera tenían permitido entrar a la iglesia por elmismo lugar que los vecinos. Incluso tenían su propia pila de agua bendita.

 

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No es un casoúnico, en otros pueblos pirenaicos de ambos lados de la frontera la historiaera la misma. Con el devenir de los siglos el imaginario popular inventó unajustificación más amable para esas puertas. Las llamaron “de los vergonzosos”,la de aquellos que llegaban tarde a los oficios y para no molestar al resto delos feligreses se situaban al fondo de la iglesia.

 

Como un aviso de lahistoria que fue olvidado, la persecución social a la que fueron sometidosrecuerda otros sucesos más recientes en el tiempo. Como muestra un botón: a losagotes se les obligó a llevar una marca en la ropa. Se trataba de un pie degato de color rojo o una pata de oca, y debían avisar de su presencia al restode la comunidad con una campanilla.

 

Monumento natural

Este “país” de losagotes guarda un verdadero tesoro. Se trata del Parque Natural de los VallesOccidentales, un espacio protegido de 27.072 hectáreas en el que se puedenencontrar algunos de los parajes mejor conservados de toda la cordillerapirenaica, ya que su proverbial aislamiento ha resistido mucho mejor el desarrollourbanístico que se ha dado en otras zonas al calor de la explotación del esquí.Por estos frondosos bosques aún transitan los últimos osos del Pirineo, y en elcielo es fácil ver buitres, águilas y el siempre elegante quebrantahuesos.

 

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Encerrado en lassierras interiores del Pirineo, las referencias montañosas de este espacio lasmarca el gigante Bisaurín (2.670 m.), la sierra de los Alanos y en la fronteracon Francia el impresionante cordal que desde el macizo de Larra enlaza con lacima del Hiru Erregeen Mahaia (la Mesa de los Tres Reyes), el Petrachema, elMallo d’Acherito y las agujas del valle D’Ansabére, todo un desafío vertical paralos montañeros más experimentados cuya visión desde su vertiente francesa quita,literalmente, el aliento.

 

A diferencia deotros lugares, como el Parque Nacional de Ordesa, estos valles –que recibenunas 150.000 visitas al año-, aún conservan su esencia rural y sosegada,visible en las propias villas de Hecho y Ansó, que con sus calles empedradas ysus casas de gruesas paredes constituyen dos de los cascos urbanos mejorconservados del Pirineo.

 

El otoño se revelacomo una época llena de color. La Selva de Oza y el bosque del Barranco deGamueta estallan en una sinfonía de ocres, verdes y rojos. Estos valles, con undesnivel que va desde los 800 metros hasta los casi 2.700 del Bisaurín ofrecenun amplio abanico de posibilidades para los amantes de la naturaleza decualquier nivel.

 

Una ruta familiares la que discurre, por ejemplo, por la garganta de la Boca del Infierno hastala Selva de Oza. Siguiendo la pista forestal tras pasar el camping de Ramiro elMonje se puede seguir hasta el valle de origen glaciar de Aguas Tuertas, cuyaentrada guarda uno de los dólmenes prehistóricos más importantes de Aragón.Para los más osados esta larga ruta puede terminar en el Ibón de Estanés (1.770.m).

 

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Una excursiónimprescindible por sus vistas conduce desde la Selva de Oza al último lago”salvaje” del Pirineo, y también el más occidental en la vertiende española. Esel Ibón d’Acherito (1.870 m.), al que se accede tras subir más de 600 metros.Encerrado en un circo glaciar, este profundo lago es un recuerdo de los hielosque moldearon estos parajes. Desde esta atalaya privilegiada se contempla unode los fenómenos geológicos más curiosos de esta zona del Pirineo. Es elCastillo d’Acher. Un coloso de más de 2.300 metros que forma en su cima un”valle” colgado sobre la Selva de Oza. Su ascensión es, también, un reto cuyopremio es llegar a un lugar único y extraño.


Hace ya mucho queel eco de la presencia de los agotes en estas tierras se apagó, desvanecida porel paso inevitable del tiempo. Pero algo permanece en el imaginario popular, enlos nombres de algunas calles y en esas peculiares puertas tapiadas en lasparedes de las iglesias. Mudos testigos de las desventuras de esta “razamaldita” por el odio a lo diferente.

 

Óscar Bornay, Fago

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