Revoluciones populares: no siempre el sueño se convierte en realidad

El año 2011 ha comenzado con vientos de cambio en la orilla sur del Mediterráneo, Túnez, Egipto y Libia. Hechos que acontecen al mismo tiempo que Filipinas conmemora y revisa esta semana el cuarto de siglo transcurrido desde la revolución popular que convirtió a este país en una república democrática. De haber ocurrido hoy, el levantamiento se hubiera interpretado como una réplica asiática del seísmo que hace temblar a los regímenes del mundo árabe.

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Las manifestaciones de Oriente Medio y en Oriente Próximo, sangrientas en la mayor parte de los casos, han conseguido que se constituyan en la región gobiernos provisionales sometidos ahora más que nunca a la supervisión de la comunidad internacional, que comprobará hasta qué punto afinan en el equilibrio entre transiciones a la democracia y mantenimiento de los compromisos adquiridos tanto con sus vecinos como con las grandes potencias. Tres variables son claves aunque pocas veces aparezcan en las declaraciones oficiales que parten de ciudades como Washington o Bruselas: energía, seguridad (o estabilidad) y mantenimiento de los flujos de capital existentes antes de que cada revolución comenzase. Ninguna de ellas se concibe sin las otras dos.

Filipinas al mismo tiempo que conmemora mira hacia atrás durante esta semana y revisa el cuarto de siglo transcurrido desde la revolución popular que convirtió a este país en una república democrática. De haber ocurrido hoy, el levantamiento se hubiera interpretado como una réplica asiática del seísmo que hace temblar a los regímenes del mundo árabe. Sin embargo, bajo la capa superficial de similitudes, hay también diferencias claras y una conclusión importante en el seguimiento de todos los acontecimientos que se suceden en el África musulmana: la revolución por sí misma no fue suficiente para garantizar una democracia perfecta.

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En el caso filipino acabó con la dictadura ejercida durante 20 años por Ferdinand Marcos dando paso a un sistema político donde aún demasiadas barreras se interponen entre las instituciones del país y la voluntad popular. ¿Ocurrirá lo mismo cuando Egipto, Túnez, Libia y quizá algún otro estado más finalicen sus transiciones?, ¿y qué hará de nuevo la comunidad internacional, teórica garante de los derechos humanos y la democracia como sistema político universal?

En febrero del año 1986 la alteración hecha en los resultados de unas elecciones presidenciales convocadas por Ferdinand Marcos para legitimarse desencadenó un golpe de estado fallido. El apoyo multitudinario a los golpistas, refugiados en un cuartel militar provocó al cuarto día de concentración de los ciudadanos de Manila el exilio del matrimonio Marcos. La decisión final la tomo el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan al mandar desde la base militar que este país tenía en el archipiélago un helicóptero que trasladó a los Marcos a Hawaii. Hoy como ayer encontramos la expresión del pueblo amplificada en concentraciones millonarias y pacíficas, un espacio físico, la avenida Epifanio de los Santos o Edsa, un exilio decidido por un poder político superior en cuestión de horas y un medio de comunicación de masas: la radio. A falta de las redes sociales, la revolución democrática de Edsa fue alimentada por transistores a pilas sintonizados noche y día en la frecuencia de Radyo Veritas, la radio de la Iglesia que aún hoy sigue emitiendo con este nombre.

Repercusión en España
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Esta revolución gozó en España de la cobertura de los reporteros de la escuela clásica, la de máquinas de escribir, crónicas en cabina telefónica e imágenes grabadas en cine y reveladas, con mucha suerte tres días más tarde, modelo que durante tanto tiempo ha alimentado a las facultades de Periodismo. Corazón ‘Cory’ Aquino, la madre del presidente actual y a su vez viuda de un presidente anterior a Ferdinand Marcos –datos significativos- asumió el poder prometiendo la llegada de la democracia. Ella desveló que la anterior primera dama, Imelda Marcos, aún presente en la política nacional tenía miles de zapatos guardados en palacio.

¿Qué alcance han tenido estos hechos? Desde entonces el país celebra elecciones de forma regular y lleva a gala su libertad de prensa y libertad de expresión que permite criticar desde los medios al Gobierno. Dato que coexiste con el asesinato de 144 periodistas durante estos 25 años, el último de ellos un locutor radiofónico de la isla de Palawan que denunció el daño que la minería causa en el entorno de esta joya de la naturaleza. La desigualdad social, evidente para los extranjeros que ponen el pie en Manila, el crecimiento descontrolado de la población y las oligarquías políticas y económicas, organizadas en torno a familias con poder de facto para tomar las decisiones importantes complican un panorama político en el que tiene cabida la violencia separatista de diversas ideologías y la impunidad con la que se mueven milicias privadas bajo las órdenes de caciques locales allí donde el estado no alcanza a tener una presencia real y efectiva.

Los ‘vicios’ de la democracia filipina
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El director de la Comisión Nacional Antipobreza Joel Rocamora ha analizado para 360gradospress algunos de estos ‘vicios’ de la democracia filipina. “En Filipinas [a diferencia de lo ocurrido en países como España o Alemania] nunca se han dado las condiciones que permitieran a la clase trabajadora convertirse en emergente para cimentar una socialdemocracia”. ¿Consecuencia? “El poder de las oligarquías es al mismo tiempo político y económico”. Joel Rocamora limita a 40 o 50 el número de familias capaz de ejercer ambos poderes.

El fracaso en la búsqueda de un modelo de socialdemocracia que reparta más y mejor el poder unido a otros factores como la crisis económica que precedió a la caída de Ferdinand Marcos y el fracaso de las reformas agrarias que se intentaron posteriormente han favorecido la emigración, privando así a Filipinas de la ‘clase media’ necesaria para desterrar hábitos predemocráticos y abusos ya arraigados en esta democracia asiática. Sin embargo los trabajadores emigrados al inyectar en la economía nacional millones de dólares en divisas, en concreto 18.763 durante 2010 según el Banco Central de Filipinas, [Img #12857]
un 8,2 por ciento más que en 2009 alimentan el consumo interior consiguiendo que el país aparezca, al menos formalmente, incluido en las economías emergentes –los aún conocidos como ‘tigres asiáticos’- de la zona. El crecimiento del PIB en 2010 ha alcanzado el 7,3 por ciento frente a la contracción de una décima recogida –con alegría porque se esperaba algo peor- en las estadísticas oficiales de España. Aunque es verdad que las cifras absolutas son favorables a nuestro país.

Una parte significativa del país no puede participar de esta fiesta del consumo que ha dotado a la capital del país, Manila, de un inabarcable catálogo de centros comerciales de corte occidental. Las áreas rurales están empobrecidas y la emigración interior ha generado barrios de viviendas humildes que atraen inevitablemente la atención de los visitantes cuando su taxi pasa por avenidas en las que son visibles. Razones de tipo cultural y religioso provocan que la presión demográfica sea cada vez mayor hasta el punto de que el país ha recibido una seria advertencia sobre la posibilidad de derivar –más que evolucionar- hacia un ‘estado fallido’ modelo Somalia ante el previsible desequilibrio entre recursos naturales y bocas a las que alimentar. De momento lo que sí ha consolidado esta situación es la adopción internacional que lleva a muchas parejas españolas a interesarse por este archipiélago del lejano oriente.

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En resumen, los sueños de democratización sembrados sobre el asfalto de una avenida, modulados en frecuencia y lanzados al aire de Manila entre plegarias han devenido con el paso de los años en varias Filipinas diferentes que aún tienen poco que ver. A saber, una es la de la clase urbana que retiene el poder en la capital de la metrópoli, otra la de la clase acomodada, en parte conectada con los trabajadores emigrados al extranjero que regularmente inyectan divisas en la economía filipina. Sumemos las bolsas de pobreza urbana y rural y añadamos a quienes no perciben la presencia de un gobierno central por encontrarse muy lejos de Manila, centro de todo.

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